José María Ambrosio Sánchez
Jueves 5 de febrero de 2015, por Jilandero (actualizado el 5 de febrero de 2015)
El siguiente artículo es un pequeño resumen del trabajo “Los Judíos en la Comarca de la Vera, según El Fuero de Plasencia” de Martiria Sánchez López, que podéis encontrar íntegro en internet en formato PDF, donde se analizan las implicaciones históricas que tuvieron los judíos en nuestra comarca, así como las influencias que éstos pudieron tener en nuestras costumbres y en nuestras fiestas.
“Los judíos de la España cristiana tuvieron su periodo de máximo esplendor en el siglo XII. En este siglo, Alfonso VIII fundó la ciudad de Plasencia como un enclave político y militar para luchar contra los musulmanes.
El fuero de Plasencia otorgado por Alfonso VIII recoge toda una serie de normas para que los pobladores de la nueva ciudad y de sus aldeas comenzaran a funcionar y a desarrollar su vida con ciertas ventajas y privilegios. La población judía en la comarca era tan importante que el fuero alude constantemente a ella.
Las comunidades judías en la Vera, se organizaban como un concejo independiente, con una legislación judía propia. Estaban exentos de cualquier trabajo en sus días de preceptos, como eran los sábados o cualquier otra fiesta judía. Los pleitos entre los judíos y cristianos debían celebrarlos alcaldes mixtos es decir, un alcalde judío y otro cristiano.
Las actividades que desarrollaban los judíos eran principalmente económicas. Ejercían fundamentalmente oficios artesanales: como zapateros, herreros, hojalateros, carpinteros, orfebres, peleteros, sastres, médicos o boticarios. Pero también desempeñaron un papel importante en las finanzas españolas, siendo los reyes los más beneficiados, puesto que les prestaban el dinero necesario para sus empresas, aparte de encargarse del cobro de impuestos.
Las aldeas de La Vera fueron evolucionando desde su fundación, adquiriendo un gran desarrollo a lo largo de los siglos XIII, XIV y XV. La población judía aumentaba en las aldeas en la misma proporción, siendo muy importante en gran número de ellas, especialmente en las aldeas pertenecientes a los señoríos. Los judíos vivían en barrios separados dentro de las aldeas, juderías o aljamas; sobre todo a partir de las Cortes de Toledo de 1480, en las que se prohibió vivir junto a los cristianos. Sin embargo, en algunas los judíos no cumplen la legislación y continuaron residiendo en sus casas en las mejores calles y plazas, como fue el caso de Villanueva, donde las quejas de los vecinos han quedado reflejadas en las coplas del Peropalo:
No hay calle, ni callejita
Por chiquitita que sea
En la que no viva un rabique
De los de mala ralea.
La convivencia pacífica de los tres grupos religiosos (judíos, cristianos y musulmanes) comenzó a deteriorarse a partir del siglo XIV. Los reyes comienzan a dar una serie de ordenanzas por las que se van restringiendo las actividades, bienes y derechos de los judíos.
La fobia de los vecinos de La Vera hacia los judíos tendrá fundamentalmente una causa económica; porque, aparte de la usura en los préstamos, también cobraban a los vecinos de Valverde, Villanueva, Jarandilla, Garganta o Pasarón, las rentas que tenían que pagar a los señores, como al Conde de Nieva, o al de Oropesa. Sin embargo, también sería muy importante la causa religiosa. Así lo ha demostrado Don Fulgencio Castañar en su obra «Pero-palo», basándose en las coplas que se cantan en esta fiesta tradicional transmitidas de generación en generación a través de los siglos hasta la actualidad. En ellas se puede apreciar el odio contra los hebreos por ser un pueblo deicida:
Judíos, mi padre es Cristo,
vosotros me lo matasteis,
cada vez que os veo,
veo a quien mató a mi padre.
En estos pueblos se hizo imposible la convivencia hasta tal punto que en muchos sitios se desea el exterminio de la raza judía y no dudan en querer tomarse la justicia por su mano:
El Pero-Palo de hogaño,
lo queremos pa quemarle,
que es un judas que hacemos,
pa afrenta de su linaje.
Linaje que al mismo Dios,
le derramaban su sangre,
y en su rostro escupían,
pensando que era su imagen.
Los judíos fueron sometidos a toda clase de vejaciones durante el s. XV, sin que los ordenamientos dados por los reyes hicieran nada por evitarlo, contrastando enormemente con la legislación del Fuero de Plasencia, que regula minuciosamente la convivencia.
Los reyes católicos promulgaron en 1492 el decreto de expulsión de los judíos, dándoles de plazo tres meses para abandonar el reino.
Los judíos de la Vera, junto con los de Plasencia, y su tierra, pasaron a Portugal, conducidos por el Capitán Francisco Hernández Floriano, aunque muchos prefirieron quedarse y convertirse al cristianismo, sin estar demasiado convencidos, antes de abandonar sus tierras y sus haciendas.
El número de judíos que salió de La Vera fue muy importante, como lo demuestra el dinero que recaudaron los Reyes Católicos con la venta de sus bienes; siendo mucho más que lo recaudado en la ciudad. El grupo más numeroso fue el de Jarandilla, seguida de Valverde, a juzgar por el dinero recaudado: Jarandilla contribuyó a las rentas de la Corona con 3.500 maravedíes; Valverde con 3.000 mrs.; Jaraíz, Cuacos, Pasarón y Garganta con 3.300, mientras Plasencia, Galisteo y Aldeanueva del Camino juntas sólo pagaron 5.000 mrs. (Suárez Fernández). Las Villas de señorío, como Jarandilla y Valverde, también contribuyeron a aumentar los caudales de sus señores. Tanto el Conde de Oropesa, como el de Nieva, obtuvieron buenas rentas de ellos, a pesar de que algunos conversos exigieran a sus señores la devolución de sus bienes, pero les fue muy difícil obtenerlos, a pesar de pleitear por ellos.
En 1480 se creó el Tribunal de la Inquisición en España, para velar por la fe y por la sinceridad de los conversos. Plasencia y su Tierra quedaron bajo la jurisdicción del Tribunal de León durante esta época. Después de la expulsión, se crean muchos tribunales, entre ellos está el de Llerena, en 1501, del que pasará a depender Plasencia y su Tierra. En la zona de mayor población conversa se crearon otros tribunales, que serán delegaciones del Alto Tribunal para causas de poco relieve. En La Vera, al ser tan importante el elemento judeo-converso, se creó en Garganta un tribunal, que se denominó Casa de la Inquisición, dependiendo del de Llerena.
En muchos de los dinteles de las puertas de nuestro pueblo aún se pueden ver numerosos grabados con cruces; el símbolo IHS o JHS, que es la abreviatura del nombre de Jesús en letras griegas; o frases como “AVE MARÍA PURÍSIMA” que tendrían la intencionalidad de mostrar a los demás la pureza de sangre de la familia que allí residía.
Los tribunales recibían informes y deliberaban en secreto sin que los acusados tuvieran manera de enfrentarse a sus acusadores, raramente un converso juzgado sabía quien había testificado contra él. Los conversos hallados culpables podían ser sentenciados a muerte. Los así sentenciados eran entregados a la autoridad seglar, que los ejecutaba quemándolos en la hoguera, pues la Iglesia aborrecía el derramamiento de sangre.
La Inquisición se vengó cruelmente con condenas, ejecuciones, encarcelamientos, flagelaciones por las calles, confiscación de propiedades y la humillación de familias enteras y de sus descendientes. No fue abolida hasta el siglo XIX, en 1834, y se ha estimado que, hasta 1808, alrededor de 32.000 herejes, en su mayoría conversos, fueron quemados en la hoguera.
La pervivencia de la población judeo-conversa en La Vera tendrá mucho que ver con el importante desarrollo económico que experimentó la zona en el siglo XVI, y su influencia seguirá presente especialmente en la economía, en el folklore, y, sobre todo, en el arte popular de La Vera, en el que se fijaron los elementos que van a definir nuestras costumbres a través de los siglos.
José María Ambrosio Sánchez